Ecos y sonidos recorren las montañas, susurros de un pasado lejano que aún habita en la niebla de Coscomatepec. En nuestra tierra el misterio y la tradición se encuentran.
Se cuenta entre los habitantes de Coscomatepec, que en algunos atardeceres, el panteón municipal se convierte en un escenario de inquietantes apariciones. Dos pequeños niños, con rostros sonrientes y vivaces, aparecen entre las tumbas como si fueran cualquier niño jugando en un parque. Corren y ríen, llenando el ambiente de una alegría que contrasta con la solemnidad del lugar.
Quienes los han visto aseguran que parecen tan reales como cualquier otra persona. Pero cuando algún curioso se atreve a preguntarles qué hacen allí solos o donde están sus padres, los niños simplemente desaparecen, dejando tras de sí un silencio profundo y una sensación de extrañeza que eriza la piel.
Aunque algunos no los han visto, si aseguran haber oído sus risas y pasos ligeros entre las tumbas. Nadie sabe quiénes son ni de qué época provienen. Algunos creen que podrían ser almas de niños que no encuentran paz, mientras otros piensan que podrían ser seres de otra naturaleza, capaces de adoptar esa apariencia inocente con algún propósito oscuro.
Por ello, la recomendación entre es clara: evita el panteón al atardecer, cuando las sombras se alargan y los pequeños visitantes parecen buscar nueva compañía.