Pocas cosas nos unen tanto en el mundo hispanohablante como el amor por el chicharrón. Ya sea en tacos, gorditas, burritos o simplemente con una tortilla y salsa, este clásico ha cruzado fronteras, cocinas y generaciones, convirtiéndose en uno de los sabores más queridos de América Latina.
Su historia se remonta a la llegada del cerdo traído por los españoles al continente. Este animal se adaptó rápidamente al suelo americano y con él también lo hizo la costumbre de freír la piel y la carne hasta que quedaran crujientes y doradas. En muchos países se le preparó a su manera, pero fue en México donde el chicharrón encontró una identidad tan variada como deliciosa.

Desde los mercados de la Ciudad de México hasta Coscomatepec, el chicharrón se sirve en diferentes formas: como acompañamiento para los tamales de frijol, crujiente como botana, suave y jugoso en salsa verde o roja, o prensado en tacos de canasta. Y aunque hay quien lo prefiere solito, el verdadero deleite llega cuando lo acompañas con una tortilla caliente y un buen chile molido 🔥🌮.
Uno de los favoritos es el chicharrón prensado, una invención que permite aprovechar más carne en menos espacio, ideal para rellenar gorditas o armar tacos apretaditos llenos de sabor. Su textura no es crujiente, pero su potencia salada lo hace irresistible para muchos.
Y aunque hay discusiones sobre dónde nació exactamente este platillo, lo cierto es que en tierras veracruzanas ha encontrado su lugar como parte de la comida cotidiana, de feria, de antojo y de fiesta. Porque si algo tiene el chicharrón es que no discrimina: es humilde, sabroso y siempre bien recibido.
Así que la próxima vez que escuches el chisporroteo en el cazo, ya sabes que no es solo comida… es historia, es cultura, ¡y es puro gusto! 😋💥
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