En Coscomatepec, los grandes discursos suelen hablar de progreso, de cultura, de tradición. Pero mientras se alzan esas palabras, hay detalles que no dejan de gritar. No son menores, no son invisibles.
Son los que pisan nuestros días: las calles rotas que nos obligan a esquivar baches como si fueran trampas, los perros callejeros que vagan sin rumbo ni refugio, la vialidad que se vuelve caos en horas pico, y el agua que llega tarde o no llega.

Estos problemas no son nuevos, pero sí persistentes. Y no se resolverán con promesas vacías ni con discursos que buscan aplausos.
La ciudadanía está cansada de falsos mesías, de aquellos que se presentan como salvadores pero desaparecen cuando toca ensuciarse las manos. Se necesita menos protagonismo y más compromiso real.
El verdadero cambio empieza en la mentalidad de un pueblo que deja de esperar y empieza a participar. Que cuida de Cosco como se cuida de su casa: limpiando sus calles, manejando con prudencia, respetando el ordenamiento urbano.

El problema de los perros callejeros, por ejemplo, no es solo una cuestión de imagen. Es un tema de salud pública.

Fomentar la esterilización, la adopción responsable y, en casos muy necesarios, el control de la plaga, es una tarea que nos compete a todos. No basta con señalar: hay que actuar.
Y ahora, los parquímetros. Una propuesta que ha encendido la inconformidad ciudadana, no solo por su implementación, sino por la opacidad con la que el gobierno municipal otorgó el permiso a una empresa privada para operarlos.
La falta de consulta pública, la ausencia del alcalde en reuniones clave, y la nula transparencia sobre el destino de los recursos recaudados han generado un legítimo malestar.

Pero también hay que mirar hacia adentro. Porque muchos de los que protestan vandalizando señalamientos o derribando estructuras, son los mismos que apartan lugares con botes, exhiben mercancías en la vía pública, o ignoran los reglamentos de vialidad. La protesta pierde fuerza cuando se contradice con los actos cotidianos.






Y el Ayuntamiento, por su parte, tampoco ha garantizado mejoras reales en las condiciones de las calles ni ha puesto orden en el caos vial.

Se prioriza el cobro antes que la infraestructura. Se impone sin diálogo. Y eso, en un pueblo que presume ser mágico, no es magia: es improvisación.

Coscomatepec merece más. Merece ciudadanos comprometidos, autoridades transparentes, y decisiones que se tomen con visión, no con intereses.
Porque Coscomatepec es más grande que cualquier persona o movimiento partidista. Es una ciudad con historia, cultura y tradición. Y merece que la cuidemos con la misma pasión con la que la celebramos.