Una noche que prometía ser de emoción deportiva terminó convirtiéndose en una pesadilla de violencia y caos. El encuentro de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile fue brutalmente interrumpido y luego suspendido por los violentos incidentes en las tribunas del estadio Libertadores de América.
El duelo se mantenía parejo al descanso, con un empate 1-1 gracias a los goles de Lucas Assadi para la U. de Chile y de Santiago Montiel para Independiente .
Al arranque del segundo tiempo, cerca de los 2 o 3 minutos, un grupo de hinchas de Universidad de Chile comenzó a incendiar butacas, arrojar proyectiles —como asientos, botellas y hasta bombas de estruendo— hacia la hinchada local, y vandalizar baños de la tribuna visitante .
Las fuerzas de seguridad respondieron desalojando parte de la tribuna y haciendo anuncios por altoparlantes para frenar los ataques, pero el clima se desbordó: hinchas de Independiente invadieron la tribuna visitante, provocando enfrentamientos físicos. Hubo corridas y heridos mientras el caos crecía .

La situación fue trágica: hay informes que indican al menos 3 personas fallecidas, 10 heridos, y más de 300 hinchas chilenos detenidos. También circulan imágenes muy duras de aficionados lesionados o caídos desde las tribunas, e incluso casos de abuso y agresión sexual .
En medio del descontrol, Conmebol decidió suspender el encuentro definitivamente, ya que no se garantizaban las condiciones mínimas de seguridad .
La violencia se impuso sobre la pasión futbolera en una noche que quedará marcada como una de las más oscuras del fútbol sudamericano. Entre lágrimas, humo y desorden, el deporte quedó relegado ante el caos. Cabe esperar que este episodio genere una profunda reflexión institucional sobre la seguridad en los estadios y el rol de los clubes, autoridades y organismos continentales para prevenir tragedias.