La Navidad llega cada año como una pausa necesaria en medio del trajinar de 365 días. Un alto en el camino que nos invita a mirar alrededor, a mirarnos por dentro y a preguntarnos si realmente estamos viviendo lo que decimos celebrar.
Porque la Navidad no es solo una fecha marcada en el calendario ni una temporada de compras; la Navidad es, ante todo, un llamado al encuentro.
Es el tiempo de volver a la mesa, de reencontrarnos con los familiares que no vemos seguido, de abrazar a quienes la rutina nos ha ido alejando.
Es el momento de regalar lo más valioso que tenemos: nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestra presencia. Porque ningún obsequio envuelto en papel puede compararse con el regalo de estar juntos.

Y en el centro de esta celebración está un hecho que a veces olvidamos: Dios mismo decidió hacerse pequeño. Jesús, siendo el Hijo de Dios, no nació entre lujos ni en la ostentosidad del poder, sino en la humildad de un pesebre. Ahí nos dejó un mensaje claro y contundente: a Dios no se le encuentra en la opulencia ni en la soberbia, sino en la sencillez, en lo humilde, en lo cotidiano.

Como dice el profeta Isaías 9:2, “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”. Esa luz brilló en medio de la oscuridad del mundo, pero el Evangelio de San Juan 1,11, nos recuerda una verdad incómoda: “vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron”. Y esa pregunta sigue vigente hoy: ¿Lo estamos recibiendo nosotros?
¿Cómo podemos dejar fuera de nuestra mesa, de nuestro hogar y de nuestra vida a Dios hecho carne? ¿Cómo podemos celebrar la Navidad sin abrirle espacio en el corazón a quien es la dádiva más grande, el motivo de toda alegría, el fundamento de nuestra esperanza?
Porque Cristo sigue naciendo hoy, no solo en un pesebre, sino en el rostro del enfermo que necesita compañía, en la persona desvalida que espera una mano solidaria, en quien no tiene empleo y carga con la incertidumbre, en los ancianos olvidados, en quienes viven la Navidad en soledad. Ahí está Él, esperando ser recibido.
La verdadera Navidad se vive cuando dejamos que ese amor se haga acción, cuando la fe se convierte en gestos concretos de compasión, cuando entendemos que celebrar es compartir y que creer es comprometerse con el otro.
Que estas fechas nos encuentren con el corazón abierto, dispuestos a recibir a Jesús no solo con palabras, sino con obras. Que no pase de largo por nuestra vida.
Desde Cosco FM, deseamos a nuestros lectores y escuchas unas muy felices fiestas. Que la luz de la Navidad ilumine sus hogares, fortalezca a sus familias y nos recuerde que el mejor regalo sigue siendo amar, servir y estar presentes

