Felicitar a los seres queridos en el día de su santo es una de las tradiciones más antiguas de la religión católica, que desde la Edad Media rinde homenaje cada jornada a una persona destacada por sus virtudes cristianas o por una ética sobresaliente. Cada 24 de junio llega el turno de uno de los personajes bíblicos más conocidos, San Juan Bautista, cuyo nacimiento se incluye entre los tres únicos que celebra la Iglesia: el de Jesús, el de María por haber nacido inmaculada y el de San Juan por haber sido santificado en el seno de su madre, Santa Isabel.
Contemporáneo de Jesús, es considerado el precursor del Mesías y el último profeta del Antiguo Testamento, pues anunció la llegada inminente del Salvador. Pasó 20 años viviendo en el desierto para habituarse a la soledad, el ayuno y el silencio hasta que, cumplida su penitencia, bautizó a Jesús a orillas del río Jordán. Inquietó tanto a las autoridades que Herodes Antipa mandó detenerlo. Murió decapitado en la cárcel.
Del nacimiento de San Juan Bautista surgen también las hogueras que alumbran las playas de toda España en la noche del 23 al 24 de junio. La costumbre de encender el fuego se remonta a épocas anteriores al cristianismo, cuando se llevaba a cabo por paganos para purificar y dar fuerza al sol, pero como ocurrió con tantas otras fiestas populares, tomó un nuevo sentido al hacerla coincidir con la llegada al mundo del profeta, que según la Biblia fue anunciado con lumbres por su padre, Zacarías.
A día de hoy, la tradición es indisoluble de ciertos rituales para atraer a la suerte que cuentan con tantas versiones como regiones hay en España. Saltar el fuego, quemar lo viejo, pedir deseos o purificar el alma saltando las olas del mar son algunos de los más típicos, pero los hay para todos los gustos. La liturgia, que en algunas localidades se celebra entre el 24 y el 25, se relaciona, también, con llamativas supersticiones que pasan por encender velas, beber agua de un manantial o recoger flores.