Tengo en mi memoria haber escuchado a mi abuelita contarme de “Tertulias” en Coscomatepec. Esta palabra se comenzó a usar en México como una herencia de la colonización española.
Durante la época de Felipe IV, (1621-1665) en España, estaba de moda leer y discutir las obras de Tertuliano (Quinto Séptimo Florenso 160-245 d.C.), un escritor eclesiástico, es por esto que comenzaron a llamar a estas reuniones Tertulias.
Es así como se definían las reuniones que se llevaban a cabo en alguna casa con fines de convivencia, esparcimiento y para intercambiar conocimientos o hablar de política.
Independientemente del nombre, Coscomatepec, no fue la excepción. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, época en la que vivieron mi bisabuela, su hermano y hermanas, ya se realizaban reuniones entre los conocidos del pueblo que mantenían una relación de amistad. Se conversaba de temas diversos, y alguna de estas personas ejecutaban melodías de la época en piano o posiblemente mediante otro instrumento musical, siendo momentos de esparcimiento entre los pobladores.
Mi abuelita también nos platicaba que asistían a los grandes bailes que se realizaban en Huatusco, para ello se desplazaban en mulas y caballos. Aquí tocaban orquestas y tríos importantes de la época. Un integrante de uno de estos tríos la enamoró.
Este relato siempre me ha parecido sacado de una novela de realismo mágico, donde lo irreal se vuelve algo cotidiano y común
Imagino a todo un grupo ilusionado, llevando a caballo todo lo necesario para ir a divertirse y presenciar un acontecimiento importante de la época. Débe haber sido una experiencia fascinante todo lo acontecido en estos trayectos y en esos bailes.
Los días de campo con familiares y amigos eran muy habituales en el pueblo, acostumbraban ir a comer y divertirse al campo.
Nosotros íbamos a la barranca, así la llamaban, solo recuerdo que era hacía la salida rumbo a Huatusco, y que eran terrenos de mi Padrino Enrique Arévalo, esposo de mi madrina Ángeles Bretón.
Iba con mi abuelita, mi mamá y mis tíos. Se preparaban alimentos y bebidas que metíamos al río que siempre llevaba agua muy fresca y las mantenía frías, nos tumbábamos al sol y nos divertíamos mucho gozando de la naturaleza. Los mejores recuerdos de mi familia son paseando en los alrededores de Coscomatepec.
En ocasiones todos íbamos a recorrer las comunidades cercanas, era ahí cuando conocía esos lugares de donde llegaban las mujeres que iban a ver a mi abuelita para que le arreglara el pelo, Excola, Ixhuatlán, Alpatlahuac, la Colonia Espejo, y muchas otras.
En mi memoria aún veo esos caminos, que a los lados tenía casas de madera, algunas muy solidas otras más humildes, pero todas hermosas, algunas tenían apiladas junto a sus paredes, cajas de ciruelas, duraznos y jugosos perones.
Personas amables que iban en el camino, a caballo, en mulas, burro o en camionetas, siempre saludando.
Esos viajes eran como ir abriendo un libro, en que cada página nos mostraba un paisaje rodeado de personajes, naturaleza y sol. Su belleza hizo que siempre los lleve en mi memoria.
Éstos recorridos también lo hacía mucho junto a mi tío Enrique Florescano, a quién le gustaba mucho ir a pasear por todos estos lugares, pero ese es otro tema que tocaré más adelante con mayor detenimiento.
Otra anécdota más, pero esta la vivió mi madre, es que en esa época se acostumbraba visitar los barcos que llegaban a Veracruz. Al parecer eran los barcos españoles a donde acompañó a mi madrina Baita Bretón, que también fue su madrina y a otras personas más.
Cuenta que ahí compraban Mantillas, bebidas como la famosa Manzanilla, latería, perfumes, talcos, entre muchas otras cosas como jamones, me imagino que serrano. Ignoro cómo los conservaban durante sus recorridos, pero los visitantes incluso podían degustar algunos alimentos y bebidas ahí mismo.
Es curioso, pero mi madre y yo vivimos cosas muy similares durante nuestra niñez con nuestra madrina Baita Bretón. En este ocasión les contaré que algunas tardes de domingo la pasábamos con ella cada una en su época de la niñez. En esas ocasiones nos tocaba el piano.
Por mi parte recuerdo que me sentaba en la sala de su casa, ella quitaba esas mantillas que había comprado en los barcos y que cubrían su piano, se sentaba, lo abría y me decía: “Qué quieres que te toque mijita”.
Me tocaba y cantaba muchas canciones, pero la que siempre tengo en mi memoria es “Madrid” de Agustín Lara. Es una canción que de pequeña hacía volar mi imaginación con tantas referencias que destacaban la belleza de esa ciudad, un lugar lejano que al mismo tiempo, y por las razones que hayan sido, buenas o malas, según cada quién lo considere, se hizo tan cercano a nuestra cultura.
En esos días de descanso, también nos sentábamos en una mesita redonda que tenía en su recamara, se levantaba y abría su ropero, sacaba una botella de Coñac y se servía en una copa. Platicábamos, mientras sacaba perfumes y unas cajas redondas que eran talqueras que traían unas grandes borlas, que llenaba de talco y jugando me ponía en la cara. El juego era perseguirme con ella por las recamaras. Esto también lo hacía tratando de echarme perfume. Nos divertíamos mucho, y es obvio porque fue una persona tan importante en mi vida.
En alguna ocasión también me llevó a Córdoba, no recuerdo que hicimos porque todo lo borró un gran Chocomilk helado, que me compró en una refresquería muy antigua que había en los portales.
En alguna ocasión íbamos en carro con mi madrina Baita, mi abuelita y otras personas que no recuerdo a una fábrica de ropa. Yo no podía ir ni a la esquina en carro o autobús porque siempre me mareaba, entonces los adultos me daban mi pastillita de Dramamine, llevaban bolsas de plástico y hasta limones para evitar la tragedia.
Ese día yo iba en las piernas de mi madrina en la parte de atrás del carro, mi abuelita iba junto, y en algún momento al darse cuenta de lo que venía mi madrina rápidamente me volteó sobre mi abuelita, a quién vomité toda su falda. Después del desastre, tuvieron que llevarla a que se comprara otra falda.
Los coscomatepecanos encontramos oportunidad de convivencia en cualquier parte y circunstancia, y otra anécdota de esto fueron los viajes de mi familia a Xalapa.
Algunas veces íbamos a visitar con mi abuelita a mi tío Sergio en carro. Esto mi abuelita lo volvía un día de campo. Preparaba algo para comer en el camino, y en cada paisaje que ameritara bajarse, lo hacíamos. Cortábamos guajes de los árboles, mi mamá cortaba espigas para adornar la casa y Xalapa parecía aún más lejos de lo que estaba, pero siempre era divertido ir.
En ese tiempo Xalapa a nuestra vista, nos parecía un lugar con poca luz, la mayor parte del tiempo nublada y algo fría. Son esos contrastes los que te hacen darte cuenta de las diferencias que existen entre el lugar donde vives y los que visitas.
Seguramente ustedes tienen muchas historias y experiencias de como nos divertíamos en Cosco y en las comunidades y ciudades cercanas. Lo que tenemos claro es que somos un pueblo que siempre apreció lo que tenía. Quizá el paso de los años a transformado todo. Pero cada quién en su época vivirá lo que le corresponda.