15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen María, viene a mis recuerdos el olor a manzanas, sus colores, y mis ganas de niña de acercarme al altar mientras María duerme y tomar una manzana. Mamá siempre nos contaba el por que de la Virgen dormida y alrededor de ella había muchas manzanas. Recuerdo mucho esa imagen, esas tardes en la parroquia de Coscomatepec o Ixhuatlán. La llamada de atención de mamá para por ningún motivo acercarnos más de lo debido al altar, siempre decía que “las manzanas se repartían hasta que levantaban el altar”
Hoy, 15 de agosto de 2024, han pasado muchos, muchos años de esa imagen de mi infancia. María permanece dormida, he visitado el altar de la parroquia de mi pueblo: la Virgen vestida de blanco tapada con un delgado velo, coronada de flores y rodeada por manzanas. Las manzanas siguen oliendo igual, viéndose deliciosas a la vista, pero “las manzanas de reparten hasta que levantan el altar”
La Virgen dormida (Dormición) marca la transición del mundo material al espiritual, habiéndolo cumplido todo, María es glorificada en su Hijo, no es una despedida sino la esperanza cristiana de la vida después de la vida. Así, cada 15 de agosto, los cielos parecen abrirse para recibir a la Reina del Cielo, no por una cuestión de jerarquías, sino simplemente por ser madre de Jesús.
¿Por qué se adornan los altares de este día con manzanas? Cuentan teólogos y místicos que, cuando sucedió el evento que es motivo de la celebración del día de hoy, el sitio en donde se encontraba la María comenzó a desprender un olor a manzano, por esa razón las manzanas no pueden faltar, debido a la expansión de la tradición de Veneración a María se fueron incorporando otras clases de frutas, de acuerdo con la fruta de temporada o del lugar donde se celebre la festividad.
Las manzanas recuerdan la pureza, fertilidad, “La Nueva Eva”, representan también el agradecimiento como ofrenda, principalmente de los pueblos dedicados a la agricultura, en donde se agradece por las cosechas y la presencia de los buenos temporales. Menciono nuevamente, que las festividades de santos como San Juan, San Isidro y María se relacionan a la unión de lo religioso con la vida común, y en esa vida común aparece la presencia y necesidad del agua.
La presencia de fruta en los altares nos recuerda nuestra innegable conexión con la naturaleza y la tierra, que al igual que María… es Madre. La Asunción de María, más allá de la religiosidad, nos recuerda en la espiritualidad que: “Yo no soy un cuerpo que tiene un alma, soy un alma que tiene una parte visible, llamada cuerpo.”
Elevo mis palabras y oración como una ofrenda ¡Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos!