Ayer, domingo por la noche, el Citlaltépetl nos regaló un espectáculo inolvidable. Bajo el cielo despejado y la suave luz de la luna, el majestuoso volcán se alzó imponente, luciendo su grandeza en cada detalle. La claridad de la noche permitió admirar sus formas y contornos, mientras su cima nevada brillaba como una joya bajo el tenue resplandor lunar.
El silencio de la noche, acompañado por la magia del paisaje, transformó la escena en un momento de profunda paz y conexión con la naturaleza. Esas imágenes, grabadas en el corazón, nos recuerdan la inmensidad y belleza de nuestro mundo. Sin duda, un instante que quedará para siempre en la memoria.