La resistencia a la crítica y la autocrítica política.
Por Rodrigo Valerio.
La política es el arte de lo posible, pero también el arte de lo conveniente. Muchos políticos se escudan en el discurso de que están haciendo lo mejor para el país, para el pueblo, para el futuro, pero ¿qué tan cierto es eso? ¿Qué tan dispuestos están a escuchar las voces de quienes los eligieron, de quienes los cuestionan, de quienes les exigen resultados?
La resistencia a las críticas es una actitud que denota soberbia, inseguridad y falta de autocrítica. Es una forma de negar la realidad, de evadir la responsabilidad, de descalificar al otro. Es una forma de imponer una visión única, de cerrar el debate, de silenciar la disidencia. Es una forma de debilitar la democracia, de erosionar la confianza, de generar descontento.
La autocrítica, en cambio, es una virtud que implica humildad, honestidad y aprendizaje. Es una forma de reconocer los errores, de asumir las consecuencias, de buscar soluciones. Es una forma de valorar la diversidad, de abrir el diálogo, de respetar la diferencia. Es una forma de fortalecer la democracia, de construir la confianza, de generar consenso.
Los políticos que se resisten a las críticas se alejan de la ciudadanía, se aíslan en su burbuja, se convierten en sus propios enemigos. Los políticos que se autocritican se acercan a la ciudadanía, se conectan con la realidad, se transforman en sus propios aliados.
La resistencia a las críticas no es una muestra de fuerza, sino de debilidad. La autocrítica no es una muestra de debilidad, sino de fuerza. Los políticos que quieran ser verdaderos líderes deben dejar de resistirse a las críticas y empezar a autocriticarse. Solo así podrán responder a las demandas de la ciudadanía, que no es otra cosa que la razón de ser de la política.