Por Adriana Balmori A.
El día 6 de enero recordamos la adoración de los Reyes al Niño Jesús, y con esta celebración terminamos las fiestas que rodean el Nacimiento de Jesús.
Desde niños era, desde la víspera, toda una fiesta llena de magia, de candor y ternura y su noche mágica, misteriosa y maravillosa, la que más esperábamos; hacíamos entonces como ahora los pequeños, interminables cartas, pidiendo todo lo que se nos podía ocurrir, al fin y al cabo, los Santos Reyes ¡son magos!
Más adelante ya nos preguntábamos quiénes eran estos magos, santos o reyes. Basándose en escritos milenarios que relatan hechos reales o metafóricos de la antigüedad, en interpretaciones de historiadores, teólogos o estudiosos del lenguaje, y en ancestrales costumbres religiosas, es como llega hasta nuestros días este episodio. Fuentes hay muchas, sin embargo, de las que se desprenden casi todos los datos son, la Biblia, desde el Antiguo Testamento con las profecías y algunos salmos y también los Evangelios apócrifos, esas deliciosas narraciones mezcla de fantasía, ingenuidad y tradición.
San Mateo en su evangelio 2-1, nos habla de los Magos de Oriente, que reconocieron la estrella que anunciaba la llegada del Mesías y siguiéndola, le fueron a adorar, llevándole como regalo: Oro, Incienso y Mirra.
¿Eran magos? ¿fueron Santos? ¿eran Reyes? a ciencia cierta no lo podemos saber, la Iglesia ortodoxa siria y la Iglesia apostólica armenia aseguraban que eran doce, como los apóstoles y las doce tribus de Israel. Sin embargo por las deducciones que hicieron los exégetas o estudiosos de la Biblia, podemos suponer que llegaron tres, pues tres fueron los regalos que le ofrecieron a Jesús, que si eran magos, tal vez no en el sentido de ejercer la magia como tal, o bien, hacer actos sobrenaturales.
La palabra mago, proviene del persa y significa sacerdote, sin embargo magos también se les llamaba a hombres de ciencia, y aquellos que poseían avanzados conocimientos de las Escrituras y de Astronomía, en fin, que los magos no eran otra cosa que buscadores de la verdad a los que se reconocía como sabios y ellos, como hombres de vastos conocimientos sabían que una estrella anunciaría el nacimiento de un nuevo Rey o el Mesías. Dice el papa Benedicto XVI en su “Infancia de Jesús” que, estos Reyes “Representaban a todos los hombres buscadores de Dios de todos los tiempos y de todos los lugares y eso incluía a todo el mundo hasta entonces conocido y cuyo límite occidental era “Tartessos”, actualmente Cádiz y Sevilla en Andalucía, España.
Los tres personajes, peregrinaron desde sus lejanos lugares de origen por un tiempo indefinido, siguiendo siempre la estrella que los guio primero a Jerusalén, donde como recordarán preguntaron a Herodes por el Rey-Niño acabado de nacer, lo que nos hace ver su importancia, pues llegan directamente a ver al Rey, como sus iguales, y luego van a Belén, no sabemos cuánto tardaron, lo que sí nos dice el evangelio es que, cuando al fin llegaron, entraron en la casa y encontraron al Niño con su madre y arrodillándose, le adoraron.
Esto nos demuestra que había pasado algún tiempo, la sagrada familia no estaba ya en la cueva, tenían una casa y en su interior, es que se postran ante el Niño, reconociéndole como ser superior o sea su Dios.
¿Qué representaban sus regalos? el ORO, es regalo para reyes, con INCIENSO, se venera a los dioses, la MIRRA es una resina que se utilizaba para embalsamar los cuerpos humanos, con lo que nos indicaban que al niño que habían buscado para adorarle, Jesús, era verdadero DIOS, verdadero REY y verdadero HOMBRE.
Los nombres no sabemos de dónde resultan, pero la tradición nos dice que en un evangelio apócrifo, se les llama Baltasar, Melkon y Gaspar. A mediados del siglo VI, aparecen en un mosaico en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena Italia, vestidos a la usanza persa y donde se les asignan los nombres de Melchior, Gaspar y Baltasar.
En la Edad Media se les asignaron rasgos que representaban las tres razas y los tres continentes hasta entonces conocidos.
Melchor era un anciano persa de larga barba, piel blanca y ojos claros, le llevó el oro.
Gaspar era un joven lampiño de la India, de piel morena y grandes ojos cafés, le llevó el incienso.
Baltasar era un hombre maduro, árabe o de Abisinia, de raza negra y pelo ensortijado, le llevó la mirra.
Después de entregar sus presentes fueron advertidos en sueños de no volver a sus países por el mismo camino para no encontrarse con Herodes y así lo hicieron.
En la catedral de Colonia en Alemania, se guarda un bellísimo sarcófago de madera, cubierto de oro y piedras preciosas, obra del maestro Nicolás de Verdún, este relicario es una urna triple y está colocado encima de una gran base detrás del altar mayor, y se dice contiene los restos de tres hombres en sus diferentes edades, por lo que se cree son los cuerpos de los Reyes, ya que circula una leyenda más, donde se narra que, en el año 70, Tomás el apóstol, los encontró en el reino de Saba, ahí mismo los bautizó y los hizo obispos; poco después fueron martirizados y sus cuerpos, depositados en un mismo sarcófago con todo y sus coronas. Conociendo este hecho, Santa Elena fue a buscarlos, y asumió, al encontrar tres cuerpos coronados, que se trataría de los Reyes Magos por lo que los llevó a Constantinopla y de ahí fueron a parar al Duomo de Milán desde donde fueron trasladados a Colonia por el Emperador Federico I de Hohenstaufen, llamado Barbarroja -por el color de su barba-, con lo que, se volvió éste, un concurrido lugar de peregrinación. Durante los bombardeos de mayo de 1942 en la II Guerra Mundial, la ciudad de Colonia fue inmisericordemente bombardeada y casi destruida, causando gran admiración que, entre las ruinas a su alrededor, la catedral permaneció en pie con algunos daños mínimos en una de sus altísimas torres, las que miden 157 m. y parte de sus hermosos vitrales rotos, pero en su interior el relicario de los Tres Reyes, como es conocido, permaneció intacto.
Cuestión de fe, cuestión de ilusión, es y será un episodio inolvidable que ha quedado grabado desde la infancia, más en nuestros corazones que en nuestra memoria.