Por: Rodrigo Valerio
El miércoles de ceniza es una celebración religiosa que marca el inicio de la cuaresma, un período de 40 días de preparación para la Semana Santa y la Pascua. Durante este tiempo, los católicos practican el ayuno, la abstinencia, la oración y la caridad, como una forma de arrepentirse de sus pecados y acercarse más a Dios.
El origen de esta tradición se remonta al judaísmo, donde las personas se cubrían con ceniza como un signo de humildad y penitencia. La Iglesia católica adoptó este símbolo y lo incorporó al calendario litúrgico en el siglo XI, cuando el papa Urbano II estableció que todos los fieles debían recibir la imposición de las cenizas al comienzo de la cuaresma.
Las cenizas que se utilizan provienen de la quema de los ramos bendecidos el Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas por el sacerdote antes de ser distribuidas entre los asistentes a la misa. Al trazar una cruz en la frente de cada persona, el sacerdote pronuncia una de estas frases:
Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás.
Arrepiéntete y cree en el Evangelio.
Estas palabras tienen el propósito de recordar la fragilidad y la temporalidad de la vida humana, así como la necesidad de convertirse al Evangelio y seguir a Cristo. La ceniza también representa la esperanza de la resurrección, ya que del polvo Dios creó al hombre y al polvo lo volverá a resucitar.
El miércoles de ceniza no es un día de precepto, es decir, no es obligatorio asistir a la misa ni recibir las cenizas, pero es una invitación a vivir la cuaresma con un espíritu de conversión y renovación.
Cualquier persona bautizada o no, creyente o no, puede participar de este rito, que es una expresión de la misericordia de Dios y de su llamado a la santidad.
Este año, el miércoles de ceniza se celebra el 14 de febrero, coincidiendo con el día de San Valentín, una fecha que también invita al amor, pero no solo al amor humano, sino también al amor divino, que es el que nos salva y nos transforma.
Fuente: Desde la Fe.