Por Rodrigo Valerio.
Hace 203 años, las fuerzas insurgentes mexicanas, bajo el mando del General José Joaquín Herrera, lograron una victoria decisiva contra las tropas realistas españolas comandadas por el Coronel Francisco Hevia. Este triunfo no solo representó un avance militar significativo, sino que también fue un símbolo de la determinación y el coraje del pueblo mexicano en su lucha por la libertad.
La batalla tuvo lugar en las inmediaciones de Córdoba, Veracruz, y fue parte de una serie de eventos que culminarían con la firma del Tratado de Córdoba y la posterior independencia de México. La victoria en esta batalla fue crucial, ya que contribuyó a cortar las líneas de comunicación entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz, debilitando así la posición española.
El 15 de mayo, Juan Félix Luna, integrante de las fuerzas de Joaquín Herrera y originario de Chocaman, al mando de un batallón fue a encontrase en la Barranca de Metlac con las fuerzas del virrey, enfrentándose en una feroz batalla que duró varias horas, hasta que el general Francisco Hevia, líder de los realistas, ordenó la retirada del lugar para dirigir el ataque hacia la ciudad.
Ingresaron a Córdoba a media tarde hasta la plazuela del barrio de San Sebastián, lugar que ocuparon como cuartel. En la madrugada del 16 las fuerzas insurgentes sorprendieron a los intrusos obligándolos a replegarse en medio de un intenso tiroteo, en el cual cayó muerto el general Francisco Hevia por una bala disparada por Pascual de los Santos, cuando se disponía a cañonear la casa de Bernardo Herrera.
El coronel San Blas del Castillo y Luna tomó el mando de las fuerzas realistas y regresó a la cuadra donde se desarrollaba el cruento combate y le prendió fuego, siendo fácilmente rechazado y sofocadas las llamas, las cuales sólo lograron arder con fuerza en una casa contigua, a la que actualmente se le conoce como “La casa quemada”, en referencia a este hecho histórico.
La heroica población de la Villa de Córdoba con los objetos que podía, ya fueran azadones, piedras o palos, repelían junto a los insurgentes el constante ataque. El 18 de mayo llegó a Córdoba el general Antonio López de Santa Anna al frente de 300 hombres de infantería y 250 de caballería, cosa que no desanimó a los realistas, quienes mantuvieron sus posiciones.
El día 20 se reanudó la batalla entre los batallones del coronel Blas del Castillo y Félix Luna, solicitando el primero poco tiempo después una tregua para realizar una junta de guerra. Al caer la noche, los realistas abrieron fuego nuevamente hasta que en la madrugada del día siguiente comenzaron a abandonar sus posiciones y a retirarse. José Joaquín Herrera mandó a la caballería a perseguirlas, hasta “La Garita” de Orizaba.
El 21 de mayo en la madrugada, la caballería regresó a la villa y fue recibida con el repique de campanas y la alegría de todos los valientes cordobeses que habían defendido con heroísmo su tierra.
En la actualidad, la Batalla de Córdoba es recordada como un momento de orgullo nacional, y su aniversario se celebra con diversos actos conmemorativos que incluyen ceremonias cívicas y desfiles militares. Estos eventos sirven para honrar a aquellos que dieron su vida por un ideal de nación y para recordar la importancia de la unidad y la resistencia en la búsqueda de un futuro mejor.
La memoria de la Batalla de Córdoba perdura como un recordatorio de que la lucha por la independencia fue un esfuerzo colectivo que sentó las bases para la construcción de la nación mexicana.