Hoy, fue un lunes como otro lunes: la plaza en Coscomatepec, la rutina escolar o laboral ha sido la misma, pero, hay algo distinto que no magnificamos aún.
Después de 200 años de presidentes en México, ayer elegimos a la primera presidenta: Claudia Sheinbaum Pardo.
De Guadalupe Victoria a López Obrador, ahora a ellos se suma Claudia.
Más allá de su afiliación partidista, la reciente victoria de Claudia es un hito trascendental e histórico para el país, no representa un logro personal, sino un símbolo poderoso de progreso en una nación que durante siglos ha estado marcada por una cultura patriarcal.
El ascenso de Claudia es un testimonio de la lucha constante de las mujeres mexicanas para abrirse paso en espacios y puestos de representación pública.
México, es un mosaico de riqueza natural y cultural, pero, también un mosaico de enormes desigualdades. Durante siglos las mujeres mexicanas han sido tanto en la vida pública como en la privada.
La elección de Claudia abre brecha en ese contexto de exclusión para las generaciones presentes y futuras. Su triunfo nos recuerda que los sueños y aspiraciones de las mujeres son tan válidos y alcanzables como los de los hombres.
En ese triunfo, también reconocemos el respaldo que millones de hombres dieron a la hoy presidenta en las urnas el día de ayer.
La lucha de las mujeres mexicanas por los derechos políticos y sociales es una historia de valentía y constancia, hablemos desde el movimiento sufragista hasta las recientes movilizaciones en protesta por la violencia de género en nuestro país.
La conquista del voto para las mujeres en 1953 fue un parteaguas, logrado gracias a mujeres como Elvia Carrillo Puerto y Hermila Galindo. Ayer llegó Claudia, pero, antes tuvieron que luchar muchas mujeres más.
Más allá del ámbito político, las mujeres mexicanas han demostrado su valía en todas las esferas de la sociedad.
En el mundo laboral, han desafiado las barreras de género para acceder a oportunidades equitativas, mientras que, en el ámbito doméstico, han sido el sostén emocional y económico de sus familias.
La contribución femenina al desarrollo de México es incalculable, y su papel ha sido esencial para forjar la nación que conocemos hoy. Honramos a todas esas mujeres invisibles que han construido y continúan construyendo el país desde sus trincheras cotidianas.
La elección de Claudia Sheinbaum no solo marca un antes y un después en la historia política de México, este hecho anuncia un futuro donde las diferencias de género no serán un impedimento para alcanzar cargos públicos.
Sin importar el partido, es esencial que nos sumemos a la construcción de un mejor país, manteniéndonos atentos y exigentes para que Claudia cumpla con su responsabilidad y promesas.
Juntos, podemos forjar un México mejor, ese México que ha aprendido a cantar mientras llora, pues como dijo el poeta:
Tú hueles a tragedia, tierra mía, y sin embargo ríes demasiado, acaso porque sabes que la risa es la envoltura de un dolor callado.