Por Rodrigo Valerio.
En medio de las guerras en Ucrania y Gaza, y las tensiones en Oriente Medio, los Juegos Olímpicos nos recuerdan la importancia de los valores humanos y el poder de la paz.
Desde sus orígenes en la antigua Grecia, las Olimpiadas han sido un espacio donde la competencia deportiva trasciende las fronteras y las diferencias. La Tregua Olímpica, una tradición que data del siglo VIII a.C., permitía a los atletas viajar y competir en paz, dejando de lado las disputas y los conflictos. Hoy, más que nunca, necesitamos revivir ese espíritu de concordia y fraternidad.
El Comité Olímpico Internacional (COI) ha trabajado arduamente para mantener este ideal, incluso en tiempos de crisis. A pesar de las tensiones geopolíticas, los Juegos de París 2024 buscan ser una burbuja de paz, donde los atletas de todo el mundo puedan competir en igualdad de condiciones. La participación de deportistas de Ucrania, Palestina, China Taipéi, Taiwan, y otras regiones en conflicto es un testimonio del poder unificador del deporte.
Los Juegos Olímpicos no solo son una celebración del deporte, sino también una plataforma para promover la paz y la solidaridad. En un mundo dividido, los atletas nos muestran que es posible competir con honor y respeto, y que la verdadera victoria reside en la unidad y la comprensión mutua.
En este contexto, es crucial reconocer la valentía y el esfuerzo de los deportistas mexicanos. A pesar del escaso apoyo de las autoridades deportivas de nuestro país, estos atletas han demostrado una determinación inquebrantable para representar a México en el escenario mundial. Su dedicación y sacrificio son un ejemplo de los valores olímpicos en su máxima expresión.
Que las Olimpiadas de París 2024 sean un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, la humanidad puede encontrar caminos hacia la paz y la cooperación. Y que nuestros deportistas mexicanos, con su esfuerzo y dedicación, nos inspiren a todos a seguir luchando por un mundo mejor.