Solo 24 horas después de comunicar al orbe que padecía el Sida, se apagaba la brillante luz del músico británico, tras una larga y dura agonía. Tal vez esta impactante y cruda noticia, ocurrida justo cuando el cantante se encontraba en el cénit de su carrera, haya provocado que la onda expansiva de su adiós haya llegado hasta nuestros días, casi como una herida que no quiere cicatrizar. Pero obviamente hay mucho más.
Se dice que Mercury nunca se consideró un gran pianista, pero todavía hoy siguen estremeciendo sus trabajos con el piano en Bohemian Rhapsody, Save Me, Love of my Life o Jealousy, entre otras grandes composiciones. No necesitó ser el mejor en este apartado, si no dar su mejor versión creativa… Y fue más que suficiente.
Su propio compañero de formación, el batería Roger Taylor, llegó a reconocer que, al principio, el grupo tuvo serias dudas sobre si realmente sabía cantar. El tiempo nuevamente hizo su labor y consagró al solista de origen parsi e hindú como uno de los mejores de todos los tiempos. Sin formación alguna al respecto, cantó normalmente en el registro de tenor, llegando a afirmar su amiga Montserrat Caballé que él, a diferencia de la mayoría de estrellas del rock, vendía su voz. Y este es para mí, el verdadero secreto de su leyenda y éxito inter-generacional. Una voz sencillamente sublime, celestial, capaz de tocar la fibra de cualquiera y elevar la música a otro nivel.
Mercury también llevó el ballet a las masas. ¿Quién no se ha quedado alguna vez prendado, como hipnotizado frente a la pantalla viendo sus contoneos, carreras sobre el escenario y juegos con el público? Un auténtico show-man que sigue atrapando pese a que su último concierto en vivo fue en 1986.
Genio sin igual, Freddie Mercury dejó una profunda huella en quienes disfrutaron de su talento en tiempo presente, pero también en quienes después de su muerte han seguido descubriendo y devorando su música con Queen y en solitario.
Tras 33 años desde su partida, el fenómeno parece inagotable. Y es que sospecho que las nuevas generaciones seguirán preguntándose qué habría sido de él de haber podido tener una vida más larga; básicamente porque seguirán escuchando su música.
Las leyendas nunca mueren y para ellas, 33 años no son nada… Larga vida a la reina.